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Infantino y el Emir de Qatar, tras pronunciar sus discursos
A falta de que ruede el balón en el partido inaugural entre Qatar y Ecuador el próximo 21 de noviembre, el Mundial de 2022 echó a andar ayer en Doha con la ceremonia del sorteo de la fase de grupos, un acto fastuoso en el que casi lo de menos fue el fútbol, por más que (casi) nadie quiso faltar a una cita marcada en rojo en el calendario futbolístico.
Al desfile de seleccionadores, presidentes, dirigentes, organizadores, personalidades locales y demás séquitos federativos se sumó una lustrosa colección de estrellas que da buena cuenta del interés de Qatar en marcar territorio desde el sorteo, un trámite convertido en una declaraciones de intenciones. Leyendas como Casillas, Agüero, Forlán, Seedorf, Mascherano, Matthäus, Cafú, Yaya Touré, Kaká, Wenger, Zanetti, Pirlo, Materazzi o Del Piero (sorprendente representación de italianos) no faltaron a la cita. El gran ausente en Doha fue Kylian Mbappé, que declinó la invitación del emir para ser el gran reclamo en una ceremonia en la que sobró purpurina y propaganda y faltó fútbol.
Gianni Infantino y el Emir de Qatar, Tamin bin Hamad Al Thani, fueron de la mano como maestros de ceremonia en una gala con todos los ingredientes típicos de estas jornadas: alfombra roja hollywoodiense en los preliminares, dilatada ronda de presentaciones (faltaba por conocer la mascota y la canción oficiales) y los habituales discursos llamando a la unidad y a la paz antes de entrar en materia en un sorteo sin grupo de la muerte y en el que, a falta de tres repescas, todavía no estaban presentes todos los contendientes.
“Nuestro mundo está dividido, está agresivo, estas ocasiones sirven para que la gente se una para celebrar. El pedido que hace la comunidad del fútbol es, a todas las autoridades del mundo, que frenen la guerra. Queremos que esta Copa del Mundo sea el Mundial de la paz”, afirmó el presidente de la FIFA, ajeno a los informes de organizaciones como Amnistía Internacional o Human Rights Watch que denuncian la violación del régimen qatarí de algunos de los derechos humanos más elementales. Hechas las presentaciones, Qatar pasará la prueba del algodón dentro de ocho meses en el Mundial más atípico de todos los tiempos.
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